La idea de independencia suele manejarse muy a la ligera aplicada al mundo del cine y la música, en los que la mentalidad industrial se impuso hace tiempo sobre los impulsos artísticos. No sucede lo mismo al hablar en concreto de Jim Jarmusch. Desde que se dio a conocer hace tres décadas con ‘Extraños en el paraíso’ (1984) su nombre ha sido sinónimo de lo alternativo y lo insobornable, la creatividad sin adulterar. También desde entonces, y gracias a títulos como ‘Bajo el peso de la ley’ (1986), ‘Dead man’ (1995) o ‘Flores rotas’ (2005), se ha mantenido en la élite de los cineastas mayúsculos. Estos días llega a la cartelera por partida doble. El próximo viernes estrena ‘Gimme danger’, documental sobre la historia y el legado de The Stooges; y dos semanas después llegará a España ‘Paterson’, pura poesía fílmica llena de intimidad y ternura y melancolía. De ambas nos habló durante el pasado Festival de Toronto.
Se le considera el padre del cine independiente americano moderno.
Sus películas suelen caracterizarse por el humor lacónico, los largos planos y la atención a las composiciones y estructuras narrativas basadas no en la progresión sino en la repetición.
Es uno de los cineastas que más veces han competido en el prestigioso Festival de Cannes: este mismo año lo hizo por octava vez, con ‘Paterson’. Aún no ha ganado el gran premio del certamen, la Palma de Oro.
Es miembro fundador de The Sons of Lee Marvin, una sociedad semisecreta de artistas que se parecen al actor. También los músicos Tom Waits, Thurston Moore y Nick Cave pertenecen a ella.
‘Gimme danger’ y ‘Paterson’ son obviamente dos películas muy distintas. En todo caso, ¿diría que, al hacerlas usted casi a la vez, se alimentan la una a la otra de algún modo?
Debo advertirle de que no soy un director analítico; mi fuerte es la intuición. Cuando alguien me pregunta que analice algún aspecto de mi trabajo, me protejo tras un muro. Dicho esto, creo que ambas películas hablan de gente que toma las riendas de su propio destino y decide cuáles son sus prioridades. No me pida usted que vaya más lejos, que me bloqueo.
Una pregunta obvia: ¿por qué una banda como The Stooges merece una película como ‘Gimme danger’?
Es la mejor banda de la historia del rock porque encarna a la perfección los valores ideales de esa música: eran primitivos, eran puros y eran entregados. Iggy Pop parecía inmolarse en cada actuación por amor a su público. Aspiraba a fundirse con nosotros. Él fue quien inventó los saltos desde el escenario hacia la multitud. Y acababa sus conciertos ensangrentado. Lo daba todo. Hoy en día vas a ver a algunas bandas y la gente entre el público está aislada y parece sentirse sola. The Stooges era lo opuesto. Te emocionaban, pero no de esa forma cursi que te impulsa a sostener un mechero encendido en alto. Hablo de emoción verdadera.
Es la película de un fan?
Absolutamente. Sé que no rompe moldes, que no es una obra de arte. Pero he hecho exactamente lo que quería hacer: celebrar a The Stooges. Espero que, al acabar de verla, el espectador sienta ganas de dar gracias a Dios por permitir que existieran. Dar gracias por lo que fueron, a pesar de todo el abuso y todo el agresivo rechazo del que fueron objeto.
The Stooges fueron precursores del punk, que fue una corriente musical y también una filosofía de vida. ¿Qué queda del punk hoy día?
No sé qué contestar. Punk es solo una etiqueta que se estampó sobre algo que estaba sucediendo. Pero esa escena en la que yo crecí artísticamente aglutinaba a aquellos que no queríamos ser profesionales, que nos considerábamos ‘amateurs’. Como dice la palabra misma, un ‘amateur’ es alguien que ama algo; un profesional, en cambio, es quien que hace algo por dinero. Y bandas como The Stooges, o Mc5, o Sex Pistols y The Clash en Europa no tocaban para salir por la radio ni para vender zapatos. Amaban el rock. En ese sentido mi alma sigue siendo puro punk. Soy un amateur. Pero el punk surgió mucho antes. Lo crearon tipos como Rimbaud o Baudelaire.
Explíquese, por favor.
Riambaud revolucionó la poesía y dejó de escribir a los 19 años. ¿Hay algo más punk que eso? Además, ¿sería usted capaz de mencionar a un poeta que escribiera por dinero? Yo no. Todos los grandes poetas americanos tenían otros empleos. William Carlos Williams, que inspira ‘Paterson’, era doctor en pediatría, y ayudó a traer al mundo a 2.000 bebés. Y Wall Stevens, uno de los grandes de la literatura americana, era ejecutivo en una compañía de seguros. Esos hombres son mis héroes.
¿Considera que la cultura actual está más profesionalizada, más corporativizada?
No más que antes. Recuerdo que el director Sam Fuller quería hacer una película sobre Balzac, y una vez me contó cómo tenía pensado empezarla: Balzac va a la ópera con su asistente, y en la distancia ve a Victor Hugo. Y dice: «Ese es Victor Hugo, si yo escribiera como él sería rico». Y entonces Hugo ve a Balzac, y le dice a su asistente: «Ese es Balzac, si yo escribiera como él sería un escritor de verdad». Siempre ha habido una cultura ‘mainstream’ y una cultura alternativa y eso sigue existiendo. Es cierto que hoy día el ‘mainstream’ intenta vampirizar el resto de la cultura, pero sigue habiendo grandes directores y músicos y artistas que aman lo que hacen, y se dejan la piel y el alma cada vez que crean algo, y morirían por ello. Son más difíciles de encontrar que esa porquería que la industria nos arroja a la cara, pero eso los hace aún más valiosos.
Y no todo lo comercial es necesariamente malo.
Exacto. A mí me encanta ‘Terminator’, es un peliculón. Y fíjese en una banda como Nirvana; están entre las estrellas del rock más famosas de todos los tiempos, ¿significa eso que son una mierda? Claro que no. Es solo que los vampiros se les acercaron porque eran capaces de oler el dinero.
¿Y a usted? ¿Se le acercan los vampiros?
Desistieron de ello hace tiempo. Intentaron tentarme pero, ¿por qué iba Hollywood a estar interesado en que fuera yo el encargado de dirigir una comedia adolescente? Una vez lo hicieron, y educadamente les hice entender que era una idea estúpida. Con el tiempo se dieron cuenta de que yo no les interesaba, que soy marginal. El productor Harvey Weinstein llegó a decírmelo a la cara: «No eres más que un insecto al borde de la carretera». Y lo entiendo. Él quiere exprimir todo lo que toca en busca de dólares, y a mí los dólares no me importan. Los necesito, pero no son el motor de mi vida.
Cuando ‘Paterson’ fue presentada hace meses en Cannes, la crítica la describió como «la película más personal de Jim Jarmusch». ¿Es así?
Ya dijeron eso cuando hice ‘Flores rotas’ (2005). Y luego hice ‘Solo los amantes sobreviven’ (2013) y todo el mundo dijo: «Sí, es su película más personal, debe de ser autobiográfica». No sé qué demonios significa eso. Mire, mis películas son mis hijos, y poseen mi material genético. Pero no puedo decir más, recuerde que soy enemigo del análisis. Dicho esto, me siento especialmente identificado con ‘Solo los amantes sobreviven’. Porque es una historia de vampiros, y yo soy un poco vampiro. Después de todo, vivo sobre todo de noche.
‘Paterson’ ha sido producida por Amazon Studios, que encarna un nuevo modelo de distribución cinematográfica. ¿Qué opina del proceso de cambio en el que la industria está inmersa?
No me gusta la nostalgia, y no creo que la tecnología digital sea negativa, pero soy viejo y siento un amor particular por el celuloide: es mágico y poético y hermoso. Pero hace 10 años la gente veía películas sobre todo en los cines, actualmente las ven sobre todo en sus casas. Y yo no puedo cambiar eso, me guste o no. Me dedico a hacer la película que quiero, como quiero y con los colaboradores que quiero. Dicho esto, yo las películas las veo en casa, en mi televisor de plasma Panasonic, porque en los cines no proyectan ‘La escapada’, de Dino Rissi, que es la película que me apetece ver ahora mismo.
“El productor Harvey Weinstein llegó a decirme a la cara: ‘No eres más que un insecto al borde de la carretera'”
Nadie lo diría, pero está usted a punto de cumplir 64 años. ¿Cómo le afecta la edad?
Creo ser algo más sabio; a los 30 era un completo idiota. Pero cada día aprendo cosas y cada día pienso en las cosas que no sé. Y tras cumplir los 60 años me di cuenta de que, en el tiempo que me queda, quiero hacer más cosas: no solo dirigir sino también pintar, y componer música, y escribir, y dejar de preocuparme por la parte más industrial de mi trabajo y por aquello que no controlo. Desde hace 20 años vivo en una casita en el bosque, rodeado de animales salvajes. Y he construido allí mi propio laboratorio, con su estudio de grabación y su sala de proyecciones, y un espacio para escribir y otro donde puedo practicar otras pasiones como la micología o la ornitología. Así, que, como digo, esta es la gran epifanía que he tenido con la edad: haz lo que tienes que hacer, y no dejes que lo demás te devore. ¡Se te acaba el tiempo!
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